— ¿Quién eres tú?
— La muerte.
— ¿Es que vienes por mí?
— Hace ya tiempo que camino a tu lado.
— Ya lo sé.
— ¿Estás preparado?
— El espíritu está pronto, pero la carne es débil. Espera un momento.
— Es lo que todos decís, pero yo no concedo prórrogas.
— Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?
— ¿Cómo lo sabes?
— Lo he visto en pinturas y lo he oído en canciones.
— Pues sí, realmente soy un excelente jugador de ajedrez.
— No creo que seas tan bueno como yo.
— ¿Para qué quieres jugar conmigo?
— Es cuenta mía.
— Por supuesto.
— Juguemos con una condición, si me ganas me llevarás contigo, si pierdes la partida me dejarás vivir.
— Las negras para tí.
— Era lo lógico, ¿no te parece?
El séptimo sello, INGMAR BERGMAN
Esta imagen, junto con unas cuantas más, componen una serie que hice en la famosa Black sand beach cerca de la ciudad costera de Vik, en el sur Islandia. En una de ellas, se ve a un hombre adulto vestido con una gabardina oscura y larga hasta los tobillos que camina encorvado por el borde de la playa, casi pisando las olas. Por el encuadre de la foto, su cuerpo aparece flanqueado por dos enormes pináculos de piedra volcánica que se alzan, al fondo, varias decenas de metros por encima del mar.
Cuando se la enseñé a un amigo, profesional de la fotografía y el cine, me dijo: «Esto es el Séptimo sello». En un primer momento, no caí en la cuenta a qué se refería. Él fue el que me señaló un fotograma de la película de Bergman que, nada más verlo, recordé la primera vez me pusieron la película en el colegio, cuando tenía trece o catorce años y que, por alguna extraña razón, había permanecido oculto en mi memoria hasta que encontró una salida, sin que yo fuera consciente, aquella mañana en Vik. A veces, se dan estas casualidades. Uno cree haber tomado una imagen singular, única por su punto de vista, o haber escrito un verso o un párrafo con un planteamiento de lo más original, y le vasta acudir a un libro, una exposición o una película para comprobar que otros lo hicieron mucho antes que él. Ocurre más a menudo de lo que nos gustaría reconocer.
El fotograma original de la película de Bergman y una de las fotos que tomé en Vik.
Aquella mañana tiré un buen centenar de fotos en la playa de arena negra, de los acantilados, de los pináculos de roca basáltica, de la gente que caminaba por allí, de la cueva y del mar al fondo. Luego, cogí el coche para acudir a un mirador en lo alto de los acantilados desde el que poder gozar de una panorámica más amplia de la zona, ya sin la presencia del hombre de la gabardina. Anduve haciendo más fotos durante un rato más, hasta que, en una de ellas, justo cuando encuadraba el paisaje centrándolo en un islote de piedra que dominaba la playa, con los pináculos aguardando al fondo, un pájaro negro pasara por delante batiendo alas, completando así la imagen con su repentina aparición. Esta fue la foto que tomé aquella mañana, una vez ya editada, y que puedes encontrar en mi galería.
La película completa está disponible en Youtube aquí. En las primeras escenas se puede ver una panorámica de una playa que recuerda mucho a la que fotografié en Islandia.